Por Andrés Alvarenga, Presidente del Partido Igualdad Río Negro
Una paranoia peligrosa. Ataques a los gobernadores
El presidente Javier Milei vuelve a arremeter. Esta vez, su blanco son los gobernadores, a quienes acusa –sin medias tintas– de querer “destruir su gobierno” y “romper todo”. Ya no se trata solo de opositores clásicos, ni de “la casta”, ni de empleados estatales, ni de artistas, ni de periodistas. Ahora, los propios mandatarios provinciales, muchos de los cuales lo acompañaron en su gestión, se han convertido en enemigos declarados en su discurso.
Una constante en el discurso
Lo que estamos presenciando no es nuevo. Es una constante que se repite desde que Milei asumió la presidencia: una visión del mundo reducida a dos bandos, donde él representa la única verdad y todo aquel que cuestiona, disiente o simplemente plantea necesidades concretas –como fondos para educación, salud o rutas nacionales– es automáticamente parte de una conspiración para sabotearlo.
Una lógica patológica
Esta lógica no es política, es patológica. Sus discursos cada vez con más frecuencia muestran signos de una estructura paranoide, donde todo lo que no se somete a su visión es visto como un intento de destrucción. Lo que hoy le ocurre con los gobernadores, antes fue con los trabajadores estatales (“nido de ratas”), luego con los artistas (“vividores”), con los periodistas (“mandriles”) y con cualquier sector que no se rinda a su relato.
Características de la paranoia
La paranoia –como cuadro o como forma de concebir el mundo– se caracteriza por una hipersensibilidad a la crítica, una incapacidad de aceptar otras perspectivas, y una tendencia a ver intenciones ocultas donde hay necesidades reales. Esa actitud no solo es peligrosa desde lo clínico, sino profundamente dañina para una democracia, porque destruye los puentes del diálogo y cancela cualquier posibilidad de construcción colectiva.
Proyección de incapacidades
Cuando Milei dice que los gobernadores “no se preocupan por los argentinos” y que “quieren hacerlos sufrir con tal de mantener el poder”, en realidad está proyectando su propia incapacidad de gestionar un país con consensos. Mientras tanto, las provincias siguen reclamando lo básico: fondos para sostener escuelas, hospitales, rutas, salarios y servicios. Eso no es “romper todo”, es pedir que el Estado cumpla su rol.
Una cruzada personal
Pero para Milei, todos están en su contra. No importa cuán racional sea el reclamo o cuán institucional sea el canal. Todo lo interpreta como parte de una cruzada personal contra él. Y esa forma de gobernar –o mejor dicho, de no gobernar– está dejando a millones de personas a la intemperie, mientras el presidente continúa encerrado en un delirio donde solo él tiene razón y todos los demás son enemigos a destruir.
Consecuencias para la democracia
La pregunta que debemos hacernos como sociedad es: ¿hasta dónde nos puede llegar una presidencia guiada por una patología de la persecución? Porque si todo es “en contra de él”, entonces ya no hay lugar para el pueblo, para las provincias, para el disenso democrático ni para los problemas reales de la Argentina.