La política provincial ha dejado atrás los esquemas binarios. Hoy, la disputa por el poder se juega en un tablero triangular donde el oficialismo provincial, la oposición tradicional y la nueva fuerza nacional miden sus tiempos.

Quien crea que faltan dos años para las próximas grandes definiciones, se equivoca. En los pasillos de la Legislatura y en las intendencias claves, la carrera ya comenzó. La tradicional polarización que marcó décadas de historia local ha dado paso a un nuevo escenario político en Río Negro, mucho más complejo, fragmentado y volátil.

El análisis de la actualidad nos revela la consolidación de tres grandes polos de poder. Cada uno con sus fortalezas, sus crisis internas y, sobre todo, su propia hoja de ruta para intentar hegemonizar el futuro de la provincia.

El oficialismo y el desafío de la gestión

El primer polo es, indudablemente, Juntos Somos Río Negro (JSRN). El partido del gobernador Alberto Weretilneck ostenta la «ventaja de los aparatos» y el control territorial, pero enfrenta el desafío más difícil: gobernar en tiempos de escasez.

La estrategia del provincialismo pasa por «alambrar» Río Negro. Ante la crisis nacional, la gestión busca mostrarse como el único garante de la paz social y la obra pública. Sin embargo, el desgaste natural de los años en el poder obliga al oficialismo a reinventarse constantemente para no perder su base electoral ante las nuevas ofertas.

El factor nacional: La irrupción libertaria

El segundo polo es el que ha pateado el tablero. La fuerza libertaria, impulsada por la tracción del gobierno nacional, ha dejado de ser un fenómeno de redes sociales para convertirse en una realidad territorial en el escenario político en Río Negro.

Ya no se trata solo de un «voto bronca», sino de un sector del electorado que busca una representación identitaria clara, alineada con las políticas de desregulación y mercado. Este sector disputa directamente el voto de los centros urbanos más poblados (Bariloche, Cipolletti, Roca), obligando a los partidos tradicionales a redefinir sus discursos. La incógnita aquí es si lograrán consolidar liderazgos locales fuertes o si seguirán dependiendo exclusivamente de la marca nacional.

La oposición tradicional y su laberinto

El tercer polo lo constituye el peronismo y sus aliados, que transitan un proceso de reconfiguración interna. Tras los últimos reveses electorales, este espacio busca sanar heridas y encontrar un nuevo liderazgo unificador que le permita volver a ser una opción de gobierno competitiva.

El desafío para este sector es doble: por un lado, mantener su núcleo duro de votantes históricos; y por otro, evitar la fuga de apoyos hacia las otras dos opciones. La «batalla» para ellos es demostrar que pueden ofrecer una alternativa superadora tanto al modelo provincialista como al libertario.

¿Hacia un 2027 fragmentado?

Lo que queda claro es que la época de las mayorías absolutas parece haber terminado. El actual esquema de tercios obliga a una gimnasia política diferente: la de las alianzas legislativas y los acuerdos puntuales.

En este escenario político en Río Negro, el ganador no será necesariamente quien grite más fuerte, sino quien demuestre mayor capacidad de adaptación. La batalla por la provincia ya empezó, y se libra día a día en la gestión, en el discurso y en la capacidad de interpretar el humor social de una ciudadanía cada vez más exigente.


Por LPRN

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